España es el país de la Unión Europea con los precios de los combustibles más caros. Al menos así se desprende de un informe hecho público recientemente por el Observatorio Europeo de la Energía, que determina que nuestro país cuenta con unos precios para los combustibles superiores en un 5% a la media de toda Europa.
Sin embargo esta aseveración viene referida al precio de los combustibles antes de impuestos ya que una vez aplicados tanto el IVA (un 18% tras la reciente subida) como los Impuestos Especiales sobre los Hidrocarburos, el precio final de nuestros combustibles no se sitúa en lo más alto como cabría esperar. Curiosamente y una vez aplicados los impuestos, España con su 1,175 euros de media en la gasolina Euro Super 95 y 1,100 euros en el gas-oil de automoción, baja significativamente en el ránking.
Dicha lista de precios, en lo que a gasolina Euro Super 95 se refiere, aparece encabezada por Grecia y sus 1,504 euros de media por litro, seguido de cerca por Holanda, Dinamarca, Bélgica y el Reino Unido, con precios superiores a 1,400 euros de media en dicho carburante.
Por su parte, si hablamos del gas-oil de automoción, es el Reino Unido quien se sitúa la cabeza de los más caros, con un precio medio de 1,432 por litro, seguido de Grecia, Suecia y la República Checa, cuyos precios del diésel superan el 1,200 euros de media por litro.
Por contra, el país más barato en lo que a precios de combustible se refiere es Bulgaria, con diferencia, cuyos precios se sitúan entre los 1,029 euros para la gasolina Super 95 y 0,990 para el gas-oil.
Esto significa que la fiscalidad española, pese a ser alta ya que los impuestos, especialmente los especiales, gravan en demasía el producto (en torno a un 50%), con todo y con eso no es de las más elevadas de Europa. El problema está en que el precio en origen de los combustibles españoles es todavía muy alto debido a que, a juicio de los expertos, nuestras petroleras gastan mucho en el refino -con nada menos que 10 grandes refinerías- lo que hace que estén pagando unas estructuras ciertamente desmesuradas, lo que genera unos sobrecostes en el producto que se repercuten directamente sobre los clientes finales.
