Monisha Kaltenborn, actual jefa del equipo Sauber, se ha mostrado indignada con Marco Mattiacci, a cuenta de unas polémicas declaraciones del jefe de Ferrari en las que puso en cuestión la presencia de los equipos pequeños y medianos en la competición y afirmò que habría que dejar paso a grandes inversores, que permitiesen la creación de equipos más competitivos.

Monisha Kalterborn, indignada con Marco Mattiacci
Monisha Kalterborn, indignada con Marco Mattiacci

Estas manifestaciones han sentado muy mal en el seno de la escudería helvética, en especial en su máxima responsable, dado que Sauber es una de esas escuderías que, desde hace ya muchos meses, viene sufriendo en carne propia los rigores de la crisis.

Por si fuese poco, en una falta de tacto considerable, Mattiacci no dudó en elogiar a Haas, el que será el equipo cliente y nuevo «ojito derecho» de Ferrari, en detrimento de Sauber, que no nos olvidemos es cliente de Maranello desde hace ya varios años y con el que tiene firmado un importante acuerdo de colaboración.

Lo cierto es que el directivo italiano no estuvo muy fino cuando dijo que «Necesitamos equipos competitivos. No estoy aquí para decir pequeños o medianos, sino equipos competitivos con un marco de negocios y económico sólido» y se dirigió a los grandes fabricantes, para pedirles abiertamente su participación en el Gran Circo. «Hay muchas empresas en el mundo con muchas marcas grandes, quienes deberían capitalizar en una plataforma de carreras fenomenal como es la Fórmula 1».

En ese momento, el italiano aprovechó para lanzar un dardo envenenado a los empresarios que actualmente mandan en los accionariados de los equipos pequeños y medianos, como la propia Kalterborn, Gerard Lopez o Tony Fernandes. Para ello puso sus ojos en su nuevo cliente, Gene Haas al que citó como modelo a seguir:

«Los emprendedores tendrán que encontrar sus motivos. Estamos haciendo un trabajo excelente con Haas, pero está bien claro lo que él quiere hacer. Tiene un plan a largo plazo, un proyecto e inversiones sólidas junto a un buen motivo –una  interesante oportunidad de negocio- para entrar en la Fórmula 1”, aseguró Mattiaci.

Marco Mattiacci
Marco Mattiacci

Como no podía ser de otra forma, Kaltenborn montó en colerá y culpó de la actual grave crisis en la Fórmula 1 no sólo al aspecto financiero sino también a la escasa ayuda que marcas como la propia Ferrari han ofrecido a equipos como Sauber. En concreto, la máxima responsable del equipo suizo acusa directamente a los técnicos de Maranello de no ofrecer un motor competitivo, pese a la enorme inversión que la adquisición de estos motores ha supuesto para equipos como el suyo.

Hablando del retorno de la inversión, se preguntaba la jefa de Sauber cómo mantener un negocio si los socios que fielmente colaboran con Ferrari ven cómo año tras año sus resultados deportivos caen en picado precisamente por culpa de lo escasamente competitivo que son los motores que el fabricante italiano les suministra.

«¿Cómo planea Mattiacci mantenerse si  las cosas van como ahora? ¿Qué pasaría si sus socios –que probablemente estén pagando mucho- vienen y preguntan por cuál será su beneficio viendo los resultados? ¿Cuál es el beneficio si los espectadores en sus casas van a menos cada vez, con un espectáculo poco atractivo?», preguntaba abiertamente Kalterborn.

«Me pregunto si el modelo de negocios de Mattiacci funcionaría sin la aportación de ese tipo de socios o equipos. Porque creo que si un equipo no pone dinero, ese modelo de negocios sería defectuoso. Y sé de lo que hablo», concluyó la jefa de Sauber, visiblemente enojada.

El error de Mattiacci. Más nombre no es sinónimo de más éxito e igualdad

Las palabras de Marco Mattiacci, además de resultar una deslealtad para con uno de sus clientes más fieles como es Sauber, demuestran una visión muy simplista del problema.

El actual director de Ferrari no entiende que el error no está tanto en el hecho que existan escuderías más o menos modestas. De hecho, eso ha sido así toda la vida y ha constituido una parte importante del ecosistema de la Fórmula 1.

No se podría concebir una Fórmula 1 como la actual sin la existencia de «románticos» como Peter Sauber, Giancarlo Minardi, Eddie Jordan, Aguri Suzuki o José Ramón Carabante, entre otros muchos.

Gente que se aventuró en esto del Gran Circo a sabiendas de que sus proyectos nunca serían campeones ni sus monoplazas ganarían carreras. Simplemente gente que pensó que meterse en esto de la Fórmula 1, ademas de una afición, podía ser una oportunidad de negocio para sus inversores.

En toda la historia de la Fórmula 1 siempre ha habido equipos grandes, pequeños y medianos por lo que el simplismo de Mattiacci, pensando que reducir el Gran Circo a un selecto club de milmillonarios, con el respaldo de unas grandes marcas solucionaría la cuestión, además de un error en sí mismo es una tontería mayúsucula.

Sorprende ver la fragilidad de memoria del actual responsable de Ferrari al ignorar que en los últimos años ha habido ejemplos más que de sobra  de equipos que llegaron  a la Fórmula 1 con una tonelada de billetes bajo el brazo y acabaron fracasando estrepitosamente.

Me refiero a equipos como Honda, Toyota, BMW o Renault. Escuderías que llegaron con el apoyo de grandes fabricantes internacionales y que, de una forma u otra, acabaron saliendo por la puerta de atrás. Incluso hubo algunas que, como en el caso de Honda, tuvieron que acabar vendiendo toda su estructura -monoplazas incluidos- a Ross Brawn por un dólar.

Brawn GP, ejemplo de cómo un modesto puede vencer a la élite
Brawn GP, ejemplo de cómo un modesto puede vencer a la élite

Curiosamente, aquello fue el germen de Brawn GP, un equipo montado en tiempo récord, con una estructura mínima y que, merced a una genialidad mecánica del propio Ross Brawn arrasó la temporada 2009, se proclamó campeón del mundo de Constructores e hizo campeón del mundo a Jenson Button.

Ese mismo año, Toyota se despidió de la Fórmula 1 sin una sola victoria. Ni siquiera un pódium ni una pole. Ni siquiera  una triste vuelta rápida, después de ocho infructuosos años y millones de dólares tirados por la ventana. Apenas un año después, BMW revendió su parte a Peter Sauber mientras que Renault hacía lo propio con Gerard Lopez, para la refundación de Lotus.

Quizás no esté tanto en gastar dinero a troche y moche sino en repartir mejor los pingües ingresos televisivos y, sobre todo, en una mejor gestión del reglamento.

En este sentido, la FIA y la FOM han entrado estos últimos años en una espiral diabólica de modificaciones radicales del reglamento que exigen inversiones exageradas en los equipos y que no pueden ser aprovechadas de un año para otro porque sencillamente, ya no sirven.

En aras de lograr una mayor igualdad, se han elaborado continuos cambios reglamentarios, para evitar la posición dominante de equipos como Red Bull, que alcanzaron su cénit con la gran revolución impuesta para esta temporada y que supuso el cambio de los motores V8 a los V6 Turbo híbridos.

Un festín de millones invertidos en I+D que lo único que ha traído consigo es que en vez de dominar Red Bull con puño de hierro como había venido pasando los últimos cuatro años, ahora el dominador es Mercedes y encima con mayor superioridad si cabe sobre el resto.

Sauber culpa a los motores Ferrari de su crisis de resultados
Sauber culpa a los motores Ferrari de su crisis de resultados

La apuesta por la hibridación se ha demostrado un auténtico fiasco tanto en términos de igualdad como económicos ya que no se ha logrado el propósito de acercar a los equipos en resultados y encima ello ha supuesto una ruina en lo económico para la mayoría de los equipos.

No hace falta recordar que este giro copernicano que exigió modificar de raíz las estructuras y la inversión en I+D de todos los equipos, sin excepción, ha sido a la postre el rejón de muerte para algunos de ellos como Caterham y Marussia y ha dejado muy malheriadas a otras escuderías como Force India, Lotus y la propia Sauber.

Por eso comparto el enfado de Kalterborn, entre otras cosas porque un motor penoso como el motor V6 Turbo de Ferrari ha terminado por hundir en la miseria a un equipo como Sauber, que ya estaba cogido con pinzas desde la pasada temporada y ha sumido a la escudería suiza en una crisis de resultados sin precedentes.

Ahora su futuro es más que incierto y ello le ha obligado a fichar a una medianía como Marcus Ericsson sólo porque, como los bebés, ha venido con un pan debajo del brazo en forma de 20 millones de dólares, necesarios para asegurarse su supervivencia un año más.

Mientras tanto, tiene que soportar cómo uno de los causantes del desastre de este año como es Ferrari, se permite dar lecciones de rentabilidad a los más modestos, pidiendo incluso su desaparición.

Toyota, un ejemplo de cómo mucho dinero no garantiza el éxito
Toyota, un ejemplo de cómo mucho dinero no garantiza el éxito

Por tanto, ahora la pelota está en el tejado de Bernie Ecclestone y la FIA, que tendrán que elaborar un plan tan ambicioso como equitativo para evitar el actual statu quo, por el cual los grandes (Ferrari, Red Bull, Mercedes o McLaren) sean aún más ricos y, en paralelo, dotar de más recursos a los menos poderosos con el fin de que estos puedan invertir más dinero y desarrollar mejores coches para que, de verdad, predomine la igualdad.

De no hacerlo, estamos ante el riesgo de una quiebra de la Fórmula 1 en la que sólo veamos 12 ó 14 coches en pista y además, como ha venido pasando estos años, siempre ganen los mismos.

La gente está empezando a hartarse (y así lo muestran las audiencias de televisión y las cada vez menores cifras de asistencia a los circuitos), por lo que han de andarse con ojo pues la gallina de los huevos de oro en la que se convirtió el Gran Circo esta última década puede por acabar muriendo de éxito.