1975-spanish-gpLa pasada semana se han cumplido 40 años de uno de los episodios más tristes de la historia de la Fórmula 1. Se produjo durante la disputa del GP de España de 1975 y se saldó con cinco muertos y numerosos heridos de distinta consideración.

En aquella época, la Fórmula 1 vivía un momento de esplendor total en España, que tenía dos circuitos en los que albergaba todos los años la prueba puntuable de nuestro país.

Madrid y Barcelona rivalizaban por ofrecer el mejor espectáculo y alternaban la organización del GP de España, que se disputaba un año en el mítico Circuito del Jarama madrileño y el no menos histórico Circuito de Montjuic

Un circuito peligroso y cada vez más obsoleto

La tragedia se produjo un 27 de abril de 1975, bajo el manto del circuito barcelonés de la montaña de Montjuic, a las afueras de Barcelona. Una zona que albergaba un trazado semipermanente que, históricamente, había venido dando cabida a numerosas carreras, tanto de coches como de motos desde prácticamente principios del siglo XX.

Por eso y, desde que nuestro país se convirtió en cita casi obligada para el Mundial de Fórmula 1 allá por 1968, los organizadores decidieron que el Circuito de Montjuic tenía que estar en el calendario, aunque fuese alternando con Madrid la organización del GP de España.

Lo cierto es que en aquellos años la seguridad era algo secundario y, aunque a nadie se le escapaba su peligrosidad, la espectacularidad de su trazado, con una zona muy lenta y otra muy rápida, la belleza del entorno y la peculiaridad de su recorrido (en sentido contrario a las agujas del reloj) convirtieron a Montjuic en una cita ineludible en el calendario.

Sin embargo, llegados al año 1975 las cosas habían cambiado bastante y la seguridad había comenzado a importar y a jugar un papel preponderante en la Fórmula 1. Por eso, las dudas sobre la idoneidad del trazado catalán habían ido en aumento a lo largo de los años.

La sangría de muertes al volante que se había venido produciendo, especialmente en el inicio de los primeros años 70, con seis pilotos muertos en tan sólo cuatro años, había despertado la necesidad de aumentar la seguridad de coches y circuitos.

En concreto, la crudeza de las muertes de Jochen Rindt en Monza en 1973 y, sobre todo, la del británico Roger Williamson en Holanda en 1974, obligaron a potenciar la seguridad hasta niveles inéditos hasta la fecha.

Sin embargo, el Circuito de Montjuic apenas sí se había adaptado a los cambios y sus instalaciones empezaban a quedarse cada vez más obsoletas, frente a coches mucho más potentes y cada vez más por encima de las instalaciones del trazado barcelonés.

Detalle de una de las barreras del Circuito de Montjuic en el GP de España de 1975
Detalle de una de las barreras del Circuito de Montjuic en el GP de España de 1975

El plante de Emerson Fittipaldi, premonitorio del drama

Por eso no extrañaron a nadie las protestas que algunos pilotos, encabezados por Emerson Fittipaldi, por aquel entonces en McLaren, dirigieron de forma enérgica a la organización del GP de España de 1975, al considerar que las condiciones en las que se iba a disputar la carrera distaban con mucho de ser las mejores.

Guardarraíles mal colocados y con remaches en mal estado, vallas insuficientes y una peligrosa cercanía del público a la pista, así como un asfalto parcheado y en mal estado, fueron algunas de las causas que motivaron la negativa del campeón brasileño a saltar a pista, incluso en los entrenamientos de calificación del sábado.

De hecho, y para evitar una sanción de la FIA, Fittipaldi rodó apenas tres vueltas sin marcar tiempo y se bajó del monoplaza como protesta, negándose rotundamente a tomar la salida en la carrera del domingo.

De esta forma, el piloto brasileño quiso denunciar la existencia de incontables deficiencias detectadas en el circuito que podrían poner en peligro la vida de los pilotos. Lo que nadie podía imaginarse, ni el propio Fittipaldi, era el auténtico infierno que se iba a vivir apenas 24 horas después de su pública denuncia.

Una tragedia en dos actos 

La carrera del domingo ya comenzó con problemas. El March del italiano Vittorio Bambrilla se tocaba con el Parnelli del estadounidense Mario Andretti, lo que generó una importante montonera en la que se vieron bastantes coches afectados, entre ellos el suizo Clay Regazzoni, uno de los favoritos, que tuvo que abandonar.

Durante el tiempo que tardó en reanudarse la carrera, la organización de la prueba meditó suspender la carrera pero, finalmente y con el asfalto despejado de coches, decidió su reanudación. El destino quiso que esa decisión acabase siendo trágica porque apenas unas pocas vueltas más tarde se desencadenó el apocalipsis.

Llegados a la vuelta 26, el Hill Ford del alemán Rolf Stommelen, sorprendente líder de la prueba en ese momento, perdía su alerón trasero y se empotraba de forma violenta contra las vallas de la recta principal provocando una auténtica carnicería.

Todo ocurrió en décimas de segundo. El impacto fue durísimo y decenas de personas que se agolpaban en esa zona, entre periodistas, comisarios y bomberos, se vieron afectadas de forma directa, envueltas en un amasijo de hierros formado por los restos del coche de Stommelen y trozos de valla retorcidos.

En otro error de bulto por parte de la organización, la carrera continuó disputándose mientras los heridos se amontonaban en la recta principal y las asistencias no daban abasto para atender a las víctimas. Entre ellas el propio Stommelen, quien y pese a la virulencia del golpe, salvó milagrosamente la vida, aunque sufrió la fractura de las piernas y varias costillas.

Finalmente, y ante la gravedad del suceso, la carrera fue suspendida cuatro vueltas más tarde, dándose como vencedor al alemán Jochen Mass –compañero de Emerson Fittipaldi en McLaren- y la organización decidió conceder la mitad de puntos en liza.

Siin embargo el resultado deportivo hacía tiempo que había dejado de interesar. Básicamente, desde el mismo momento en que la muerte  y la destrucción habían azotado el circuito.

Ni siquiera importó el hito de ver a la italiana Lella Lombardi, sexta en esa carrera, pasando a la historia de la Fórmula 1 al convertirse en la primera y hasta ahora única mujer en puntuar en un Gran Premio.

Cuatro muertos, prácticamente en el acto, y una quinta víctima mortal más, que falleció a causa de las heridas en un hospital cercano horas más tarde, así como más de una decena de heridos fue el triste balance de lo ocurrido.

Detalle de una de las barreras del Circuito de Montjuic en el GP de España de 1975
Detalle de una de las barreras del Circuito de Montjuic en el GP de España de 1975

Pese a todo, la tragedia pudo haber sido aún mayor ya que la zona donde impactó el monoplaza de Stommelen era una zona de acceso restringido y sólo los miembros de la organización y personal acreditado podía estar situado en dicha ubicación.

Todos los asistentes convinieron en admitir que, de haberse producido el accidente apenas un centenar de metros más atrás, en la zona de tribunas, la situación podría haber sido infinitamente más dolorosa.

Punto final a la Fórmula 1: El declive definitivo

Aquel incidente puso fin de inmediato a la Fórmula 1 en Montjuic, aquel mítico trazado cayó en el olvido y nunca más volvió a albergar una carrera de la máxima categoría.

Madrid se quedó a partir de ese momento con la exclusiva de la organización del GP de España hasta que también y, debido a su obsoleto trazado y sus deficientes medidas de seguridad, también desapareció del calendario, tras la victoria del recordado Gilles Villeneuve, en junio de 1981.

Aun así, Montjuic siguió un año más como organizador del GP de España de Motociclismo aunque, por razones evidentes, también acabó desapareciendo del calendario y, se puede decir que, desde 1977 cayó en el ostracismo, al menos de la primera línea mundial.

De hecho, y a partir de ese año, el circuito catalán sólo pudo aspirar a la organización de las 24 Horas de Montjuic, prueba de resistencia para motos celebrada de forma ininterrumpida en el trazado catalán entre 1955 y 1986.

Sin embargo, la ausencia de las más elementales medidas de seguridad desembocaron en 1983 en un boicot de las marcas a la carrera, que motivó su desaparición definitiva del calendario mundial por la FIM.

Sin embargo, y aunque fuera del calendario mundial, las 24 Horas de Montjuic se siguieron celebrando hasta que en 1986 dejaron de disputarse de manera definitiva.

Sólo a partir de 2004, cuando el Ayuntamiento de Barcelona decidió repintar el trazado del antiguo circuito, así como el auge del coleccionismo, el mítico Circuito de Montjuic ha podido levantar el vuelo y ahora acoge distintas pruebas de aficionados y concentraciones de coches y motos clásicos.