- Max y Jos Verstappen, frente a frente en una exhibición en el circuito de Zandvoort
- Max Verstappen estrella un Red Bull durante una exhibición
El éxito de Max Verstappen ha despertado un inusitado interés en la Fórmula 1 en Holanda, el país natal del joven piloto del equipo Toro Rosso y que no se recordaba desde hacía años.

Por este motivo, y según informa la edición holandesa del portal GPUpdate, el país de los tulipanes habría iniciado las negociaciones con Bernie Ecclestone para recuperar el Gran Premio de Fórmula 1 en su territorio a medio plazo.
Como antaño, el circuito elegido para albergar las carreras sería el mítico trazado de Zandvoort, que es propiedad del príncipe Bernhard Lucas Emmanuel de Orange-Nassau a principios de este año.
Precisamente habría sido el empeño del príncipe, sobrino del Rey Guillermo, recogiendo el testigo del propio gobierno holandés, lo que habría impulsado el afán de las autoridades neerlandesas en recuperar un Gran Premio que desapareció del calendario del Gran Circo en 1985.
«El gobierno holandés comenzó a hablar de ello a finales del año pasado. Aunque es un proyecto a largo plazo, cuanto más éxito tenga Max (Verstappen), más fácil resultaría conseguir que este deporte vuelva a Holanda», afirmó el príncipe Bernhard
«Max es extremadamente importante para los deportes de motor en los Países Bajos. Ahora hay un repentino aumento del número de personas que obtienen su permiso de conducción. Cada país necesita a un héroe y nosotros ya tenemos al nuestro», añadió.
«Zandvoort tiene una estación de tren y autobuses que podemos coger desde Haarlem. Por supuesto que esto representa un reto logístico, sobre todo en los días soleados con todos los turistas que visitan las playas cercanas. Lo mismo ocurre en Spa o Nürburgring, sólo tenemos que hacer cosas creativas para llamar la atención de los turistas», concluyó el príncipe.
Un Gran Premio con mucha historia
Hay que recordar que el GP de los Países Bajos, que era su verdadera denominación fue una de las carreras más antiguas de la historia de la Fórmula 1, en la que se convirtió en un verdadero «clásico».
Disputado siempre en el circuito de Zandvoort, la prueba holandesa se celebró de forma ininterrumpida desde el año 1948 aunque no fue hasta 1952 cuando se convirtió en prueba puntuable para el Mundial.

Desde entonces y hasta el año 1985, cuando por motivos de seguridad desapareció del calendario, el GP de los Países Bajos no faltó ni un solo año del calendario y grandes estrellas de la Fórmula 1 como Jim Clark, James Stewart, Alberto Ascari o Niki Lauda, entre otros, escribieron su nombre entre los vencedores.
Zandvoort siempre fue considerado como un circuito francamente peligroso, de esos en los que las manos del piloto siempre fueron decisivas y cualquier error, en especial en sus famosas Curvas Tarzán, Honderlwak y Tunnel Oost, podía resultar fatal.
De hecho, hasta 13 pilotos se dejaron la vida sobre su asfalto a lo largo de su historia, de los cuales dos fallecieron durante un Gran Premio de Fórmula 1.
El primero fue el británico Piers Courage, quien murió en accidente ocurrido en 1970 cuando a la salida de Tunnel Oost se rompió la suspensión de su De Tomaso, impactando violentamente contra el muro, incendiándose al instante.
Sin embargo, no fueron las llamas lo que acabaron con su vida sino el brutal impacto de una de las ruedas de su monoplaza que se desprendió con el golpe sobre la cabeza del británico, causándole la muerte de forma casi instantánea.
El segundo fallecimiento fue el del también piloto británico Roger Williamson, apenas tres años después del anterior, en uno de los episodios más negros y dramáticos de la historia de la Fórmula 1.
En este caso, el March del británico sufrió un reventón de una de sus ruedas a la salida del citado Túnel Oost. Willliamson perdió el control del coche. El monoplaza impactó contra las protecciones y ya sin control volcó, arrastrándose y rompiendo a arder prácticamente de inmediato.
La gran diferencia con el caso de Courage vino dada porque Williamson no falleció en el acto. El británico, malherido, quedó atrapado entre los hierros del monoplaza mientras éste se consumía en llamas, ante la pasividad de los comisarios del circuito, que no contaban con apenas medios para sofocar el incendio.
Para la historia quedó la imagen de su compañero de equipo y amigo personal David Purley, deteniendo su coche en mitad de la pista y tratando de rescatarle, mientras volteaba con sus propias manos el amasijo de hierros ardientes en que se había convertido el coche.
Ante la imposibilidad de hacerlo, él mismo arrebató un pequeño extintor a uno de los comisarios e intentó sofocar las llamas, al tiempo que pedía ayuda desesperadamente al resto de asistencias.
Desgraciadamente, nadie pudo auxiliar a Purley ya que ni los extintores estaban preparados para un fuego así ni los comisarios iban equipados con ropa ignífuga por lo que el coche acabó prácticamente desintegrado por las llamas, con el piloto dentro.
Por eso, cuando minutos más tarde llegó el primer coche de bomberos al lugar del accidente ya era demasiado tarde. Williamson había fallecido por asfixia y a causa de las gravísimas quemaduras sufridas, por lo que los médicos sólo pudieron certficar su muerte.
Aquella valerosa acción de Purley, que quedará para siempre en la historia de la Fórmula 1, le valió ser condecorado con la George Medal, la segunda distinción más importante del Reino Unido.
Este accidente supuso un antes y un después en lo que a medidas de seguridad en los circuitos y Grandes Premios de Fórmula 1 se refiere.
A partir de esta carrera, se impuso como obligatoria la ropa ignífuga para todos los comisarios de pista así como la existencia de extintores con elementos retardantes para el fuego.